miércoles, 22 de octubre de 2014

HISTORIA DE CRISTO de Giovanni Papini.


Procesión del Santísimo.
AVE MARÍA PURÍSIMA.

  Cuando CRISTO apareció entre los hombres, los criminales reinaban, obedecidos, sobre la tierra.

Nacía sujeto a dos señores: el uno, (Octaviano) más fuerte y lejano, en Roma; el otro, (Herodes el Grande) más infame y próximo, en Judea.

Una canalla aventurera y afortunada había arrebatado, a costa de estragos, el imperio; otra canalla aventurera y afortunada, había arrebatado, a costa de estragos, el reino de David y de Salomón.
Ambos habían ascendido por caminos perversos e ilegítimos: a través de guerras civiles, traiciones, crueldades y matanzas. Habían nacido para entenderse; eran, de hecho, todo lo amigos y cómplices que lo permitía el vasallaje del criminal subalterno para con el criminal principal.


El hijo del usurero de Velletri, Octaviano, habíase mostrado cobarde en la guerra, vengativo en las victorias, traidor en las amistades, cruel en las represalias. Se contaba que de joven había vendido su virginidad por dos veces: la primera vez a César; la segunda, en España, a Irzio, por trescientos mil sextercios. Este hombre contrahecho y enfermizo, era el amo de Occidente cuando nació JESÚS, y no supo nunca que había nacido quien había de disolver lo que él había fundado.

A él le bastaba la fácil filosofía del rechoncho y plagiario Horacio: "Gocemos hoy del vino y del amor; la muerte sin esperanza nos espera, no perdamos un día". En vano el celta Virgilio, el hombre del campo, el amigo de las sombras, de los plácidos bueyes, de las abejas doradas, el que había descendido con Eneas a contemplar a los condenados del Averno y desahogaba su inquieta melancolía con la música de la palabra; en vano Virgilio, el amoroso, el tierno Virgilio, había anunciado una nueva edad, un orden nuevo, una nueva raza, un Reino de los Cielos, descolorido, es verdad, e inferior al que anunciará JESÚS, pero mucho más noble y puro que el Reino del Infierno que estaba preparándose.

En vano, porque Augusto había visto en aquellas palabras una fantasía pastoril y había creído tal vez él, el corrompido señor de corrompidos, ser el Salvador anunciado, el restaurador del Reino de Saturno.
Presentimiento del nacimiento de JESÚS, del verdadero Rey que venía a suplantar a los Reyes del Mal, lo tuvo, tal vez, antes de morir, el gran cliente oriental de Augusto, su vasallo de Judea, Herodes el Grande.

Herodes era un monstruo, uno de los más pérfidos monstruos salidos de los tórridos desiertos de Oriente, que ya habían engendrado más de uno, horribles a la vista.

No era Hebreo, no era Griego, no era Romano. Era Idumeo: un bárbaro que se arrastraba ante Roma y halagaba a los Griegos para asegurarse mejor el dominio sobre los Hebreos. Hijo de un traidor, había usurpado el reino a sus señores, a los últimos desgraciados Asmodeos. Para legitimar su traición, se casó con una sobrina suya, Mariamna, a la que después, por injustas sospechas, mató. No era su primer delito. Antes había mandado ahogar a traición a su cuñado Aristíbulo, había condenado a muerte a otro cuñado suyo, José, y a Arcano II, último reinante de la dinastía vencida. No contento con haber hecho morir a Mariamna, mandó también matar a Alejandra, madre de ésta, e incluso a los pequeñuelos de Baba, únicamente por parientes lejanos de los Asmodeos.

Entre tanto se divertía con mandar quemar vivos a Judas de Sarifeo y Matías de Margaloth, juntamente con otros jefes fariseos. Más tarde, temiendo que los hijos habidos de Mariamna quisieran vengar a su madre, los mandó estrangular; próximo a morir, dió orden de matar también a un tercer hijo, Arquelao.
Lujurioso, desconfiado, impío, ávido de oro y gloria, no tuvo nunca paz ni en su casa, ni en Judea, ni consigo mismo. Con el fin de que olvidasen sus asesinatos, hizo al pueblo de Roma un donativo de trescientos talentos para que se gastasen en fiestas; se humilló ante Augusto para que le guardase las espaldas en sus infamias, y al morir le dejó diez millones de dracmas, y, además, una nave de oro y otra de plata para Livia.

Este soldadote advenedizo, este árabe mal desbastado, pretendió ganar y conciliar a Helenos y Hebreos; consiguió comprar a los degenerados descendientes de Sócrates, que llegaros hasta a levantarle una estatua en Atenas; pero los Hebreos le odiaron hasta su muerte. Inúltilmente reedificó Samaria y restauró el Templo de Jesuralén; para ellos era siempre el pagano y el usurpador.

Tremebundo como los malhechores viejos y los príncipes nuevos, el murmullo de una hoja, y el temblor de una sombra, le estremecían. Superticioso como todos los orientales, crédulo en presagios y agüeros, pudo fácilmente creer en los Tres que venían de los confines de la Caldea conducidos por una estrella hacia el país por él robado con el fraude. Cualquier pretendiente, por fantástico que fuese, le hacía temblar. Y cuando supo por los Magos que un rey de Judea había nacido, su corazón de bárbaro intranquilo se sobresaltó.
Viendo que no volvían los Astrólogos a mostrarle dónde había aparecido el nuevo nieto de David ordenó que fuesen muertos todos los niños de Belén.

Flavio Josefo calla esta última hazaña del Rey: mas, quien había hecho matar a sus propios hijos, ¿no era capaz de suprimir a los que él no había engendrado?. Nadie supo nunca cuántos fueron los niños sacrificados al miedo de Herodes. No era la primera vez que en Judea eran pasados a cuchillo los niños al pecho de sus madres; el mismo pueblo hebreo había castigado en tiempos antiguos a las ciudades enemigas con la matanza de los viejos, de las esposa, de los jóvenes y de los niños; no conservaba más que las vírgenes para hacerlas sus esclavas y concubinas. Ahora el Idumeo aplicaba la ley del Talión al pueblo que la había practicado.  

(HISTORIA DE CRISTO de Giovanni Papini)

VER: http://eltiempodelafe.blogspot.com



domingo, 9 de marzo de 2014

SALVADOS DESDE LA CRUZ.




AVE MARÍA PURÍSIMA.


GÉNESIS 2, 7-9; 3, 1-7.

El Señor DIOS modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo.
El Señor DIOS plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor DIOS hizo brotar del suelo toda clase de árboles, hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor DIOS había hecho. Y dijo a la mujer;

-<¿Como es que os ha dicho DIOS que no comáis de ningún árbol del jardín?>.
La mujer respondió a la serpiente:
- <Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín; solamente del árbol de que está en mitad del jardín nos ha dicho DIOS: "No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte".
La serpiente replicó a la mujer:
-<No moriréis. Bien sabe DIOS que, cuando comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como DIOS en el conocimiento del bien y el mal.
La mujer vió que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

(La serpiente sirve aquí de disfraz a un ser hostíl a DIOS y enemigo del hombre, y en el cual la Sabiduría, y luego todo el Nuevo Testamento y toda la tradición cristiana, han reconocido al Adversario, al Diablo, cf. Job 1 6.)

La serpiente eligió a Eva para tentarla ¿porqué a ella y no a Adán?. ¿Era Adán menos fácil de ser embaucado?. Seguramente éste fué el motivo de la elección de Eva.
Adán no iba a desobedecer a DIOS, y el Diablo lo sabía.
La elección de Eva se hizo a sabiendas de que caería en la tentación y que obligaría a Adán a desobedecer a DIOS por amor a la mujer que Él le había dado; los versículos 9 al 2 son muy claros a este respecto:
"Yahvéh Dios llamó al hombre y le dijo:
"¿Dónde estás?".
Éste contestó: "Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí." (Adán, temeroso y dolorido, esconde su desnudez ante la presencia de Dios)
Él replicó: "Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol que te prohibí comer?".
Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dió del árbol y comí." (Adán podría haberle expuesto a Dios las razones que le movieron a la desobediencia, pero no hacía falta, Dios las conocía perfectamente y no podía pasar por alto la bondad de Adán.) La promesa, en el versículo 15, deja entrever la victoria final del hombre. Es el primer destello de salvación, el "protoevangelio".
Adán no iba a dejar a Eva sola en el destierro, su amor se lo impedía. Adán comió de la fruta prohibida confiando en la misericordia de Dios. Y no quedó defraudado. La promesa llegó con éstas palabras de Dios: "Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tu su calcañar".
Y la promesa se cumplió con la venida de Nuestro Señor JESUCRISTO que, con su terrible muerte en la CRUZ, redimió a la humanidad.